Empezó a atardecer y todos mis amigos estaban contentos y muy felices. La gente sonreía y se abrazaba y los niños que estaban escondidos salieron para jugar en la calle y ver por fin la luz y el cielo. Todos jugábamos, saltábamos, bailábamos…
Nos fuimos al jardín del colegio y entonces miré el sol, parecía de oro y daba una luz calentita que te hacía tener cosquillas en la cara. Uno de mis amigos me miró y levantó los brazos así como hago yo cuando gano alguna carrera, todos hacían ese gesto pero yo no les había visto correr carreras a ninguno…
Eso tenía que ser por algo bueno, creo que habíamos cumplido nuestra misión y algo había cambiado en el mundo de los mayores.
Empezó a atardecer y todos mis amigos estaban contentos y muy felices. La gente sonreía y se abrazaba y los niños que estaban escondidos salieron para jugar en la calle y ver por fin la luz y el cielo. Todos jugábamos, saltábamos, bailábamos…
Nos fuimos al jardín del colegio y entonces miré el sol, parecía de oro y daba una luz calentita que te hacía tener cosquillas en la cara. Uno de mis amigos me miró y levantó los brazos así como hago yo cuando gano alguna carrera, todos hacían ese gesto pero yo no les había visto correr carreras a ninguno…
Eso tenía que ser por algo bueno, creo que habíamos cumplido nuestra misión y algo había cambiado en el mundo de los mayores.
Cada vez el sol se volvía más naranja. Me cogieron de la mano y me llevaron arriba del cole. Había como una terraza que daba directamente al sol y estaba muy alto, era muy bonito.
A lo mejor mis amigos estaban pensando que era buen sitio para echar a volar y justo al darme cuenta pensé, ¡espera! ¿dónde vais con tanta prisa? ¡juguemos un poquito más!
Bueno, esto de ser el peque y poner cara de penita parece que es irresistible. Todos empezamos a jugar, al escondite, al pilla pilla, nos reímos y saltamos y yo, volví a volar aunque no tuviera alas.
Cada vez el sol se volvía más naranja. Me cogieron de la mano y me llevaron arriba del cole. Había como una terraza que daba directamente al sol y estaba muy alto, era muy bonito.
A lo mejor mis amigos estaban pensando que era buen sitio para echar a volar y justo al darme cuenta pensé, ¡espera! ¿dónde vais con tanta prisa? ¡juguemos un poquito más!
Bueno, esto de ser el peque y poner cara de penita parece que es irresistible. Todos empezamos a jugar, al escondite, al pilla pilla, nos reímos y saltamos y yo, volví a volar aunque no tuviera alas.
Creo que ese atardecer fue a cámara lenta, el sol se paró un ratito cuando más naranja estaba para darnos calor y dejarnos algo más de tiempo antes de marcharnos de allí. Mis amigos seguían jugando, no paraban ni un segundo.
Las chicas giraban y giraban haciendo volar sus vestidos y yo me metí debajo de ellos porque me pareció divertido. Entonces, se tropezaron conmigo y se cayeron al suelo, una encima de la otra. Les entró una risa tonta y no podían parar de reírse, menos mal que no les hice daño, creo que la alfombra verde de aquel jardín de la terraza les supo a colchón blandito.
Creo que ese atardecer fue a cámara lenta, el sol se paró un ratito cuando más naranja estaba para darnos calor y dejarnos algo más de tiempo antes de marcharnos de allí. Mis amigos seguían jugando, no paraban ni un segundo.
Las chicas giraban y giraban haciendo volar sus vestidos y yo me metí debajo de ellos porque me pareció divertido. Entonces, se tropezaron conmigo y se cayeron al suelo, una encima de la otra. Les entró una risa tonta y no podían parar de reírse, menos mal que no les hice daño, creo que la alfombra verde de aquel jardín de la terraza les supo a colchón blandito.
De pronto escuché carcajadas que venían del mirador, ¡estaban jugando a hacer cosquillas y yo me lo estaba perdiendo! Fui corriendo a meterme en el juego y formamos una piña donde todos nos hacíamos cosquillas a todos. Creo que nuestras carcajadas se escuchaban desde muy lejos porque sentimos que las risas se transportaban y llegaban a todos los lugares.
Mis amigas hasta se asomaron a escuchar como la gente reía. Cuando les pregunté qué hacían me dijeron, “¿no escuchas las risas de los niños?, no hay nada más bonito para escuchar que eso” y llevaban razón, las risas de los niños me hacían reír sin saber por qué, me hacían sentir bien, feliz y con ganas de reír aún más.
De pronto escuché carcajadas que venían del mirador, ¡estaban jugando a hacer cosquillas y yo me lo estaba perdiendo! Fui corriendo a meterme en el juego y formamos una piña donde todos nos hacíamos cosquillas a todos. Creo que nuestras carcajadas se escuchaban desde muy lejos porque sentimos que las risas se transportaban y llegaban a todos los lugares.
Mis amigas hasta se asomaron a escuchar como la gente reía. Cuando les pregunté qué hacían me dijeron, “¿no escuchas las risas de los niños?, no hay nada más bonito para escuchar que eso” y llevaban razón, las risas de los niños me hacían reír sin saber por qué, me hacían sentir bien, feliz y con ganas de reír aún más.
El sol ya empezó a despedirse de nosotros y tuvimos que parar de jugar para descansar un poco y coger fuerzas. Sabíamos que teníamos que irnos y que era el momento de salir volando de nuevo. De pronto, todos se quedaron callados, como cuando yo me quedo saboreando algo muy rico y quiero pensarlo para darme cuenta de lo rico que está… así estaban, calladitos y saboreando algo que no sé muy bien qué era.
El sol ya empezó a despedirse de nosotros y tuvimos que parar de jugar para descansar un poco y coger fuerzas. Sabíamos que teníamos que irnos y que era el momento de salir volando de nuevo. De pronto, todos se quedaron callados, como cuando yo me quedo saboreando algo muy rico y quiero pensarlo para darme cuenta de lo rico que está… así estaban, calladitos y saboreando algo que no sé muy bien qué era.
Llegó el momento de irnos. Estábamos felices, muy felices, nos abrazamos todos fuertes y sentía que todos los niños habíamos ganado, era nuestro triunfo. Todavía desde el mirador se podían escuchar las risas de los niños mientras jugaban y cantaban y, como decían mis amigas, no hay nada más bonito de oír que eso.
Sé que habíamos ido a devolverles la luz que se había apagado, esa luz que todos tenemos y que se apaga por olvidarla, por no verla ni escucharla, por no sentirla. Mis brazos eran demasiado pequeños para abrazar a los mayores pero sé por qué estaba allí, estaba allí por mi nombre, mi nombre era la misión y mi nombre era también el triunfo.
Me gusta mi nombre, es bonito, pequeño y lleno de luz, como yo.
Nadie se llama guerra y por algo será.
Llegó el momento de irnos. Estábamos felices, muy felices, nos abrazamos todos fuertes y sentía que todos los niños habíamos ganado, era nuestro triunfo. Todavía desde el mirador se podían escuchar las risas de los niños mientras jugaban y cantaban y, como decían mis amigas, no hay nada más bonito de oír que eso.
Sé que habíamos ido a devolverles la luz que se había apagado, esa luz que todos tenemos y que se apaga por olvidarla, por no verla ni escucharla, por no sentirla. Mis brazos eran demasiado pequeños para abrazar a los mayores pero sé por qué estaba allí, estaba allí por mi nombre, mi nombre era la misión y mi nombre era también el triunfo.
Me gusta mi nombre, es bonito, pequeño y lleno de luz, como yo.
Nadie se llama guerra y por algo será.
Podría interesarte ver:
2 ENERO 2023 | HORTENSIA MAESO